mi-herida-de-humillación
Conversación interna con mi herida de humillación

Me siento imbécil solo de pensar que has podido volver a reirte de mi y yo ni me he enterado.
Que idiota joder.
Otra vez más llama el abuso a mi puerta, y otra vez amada herida le ponemos un café para recibirlo.
Ya veo que no te cansas de perdonar siempre a las mismas personas que sólo buscan utilizarte.
Sí, lo sé, tenemos el poder de perdonar desde el corazón, sin rencor, pero también sin amor propio.
Ven sentémonos en el sofá y comamos hasta reventar, que la culpa siga siendo nuestra ley.
Toda la culpa es mía. Yo era el tóxico, yo era el abusador, yo era el psicópata, yo era el narciso.
Alguien más se atreve a tirar una piedra en mi lapidación pública?
Soy capaz de hacer amig@s hasta en la situación más humillante y vejatoria que puedas escupirme a la cara.
Pero no te olvides que yo te perdonaré tarde o temprano y te devolveré el ataque con una metralleta de compasión.
Me odiarás más y yo te querré más.
¿Quién es más fuerte?
¿Mi inocencia o tu egoísmo?
Tu egoísmo puede hasta volverme loco y creer que todo lo que viví no es real, que fue una película en mi cabeza.
Pero mi inocencia es más poderosa que tú pues es capaz de olvidar atrocidades.
Querida herida, llegó la hora de recoger mi dignidad y de ponerme a salvo de tanta falta de respeto.
Así que aquí dejo mi nariz de payaso y mi zapatos desgastados de tantas funciones en el circo de la vida.
Volveré a buscarte cuando de nuevo me siente a comer en la mesa del abuso, junto a Judas.
